Crédito: MANJUNATH KIRAN / AFP
El 31 de agosto, las últimas tropas estadounidenses abandonaron territorio afgano tras 20 años de ocupación y con la avanzada Talibán instalada nuevamente en el gobierno. En torno a este conflicto, los medios siguieron minuto a minuto el desarrollo de la situación, pero el discurso que construyeron estuvo, una vez más, cargado de preconceptos y ficciones arraigadas en la cultura occidental. Belén Torchiaro es Licenciada en Ciencia Política con especialización en Relaciones Internacionales por la Universidad de Buenos Aires (UBA), feminista y musulmana, y miembro de la Red de Diversidades Islámicas. Ella hace una pregunta cuya respuesta es el extremo del ovillo que hay que comenzar a desarmar para pensar qué representaciones construyen los medios de comunicación en América Latina y el Caribe sobre Afganistán: “¿Qué es oriente? Oriente es una ficción racializada creada por occidente para definir qué es una otredad, para marcar una diferencia. Una diferencia creada por el que quiere dominar”.
Sobre los debates que se suelen plantear desde el periodismo acerca de las problemáticas del mundo musulmán, Torchiaro hace un diagnóstico: “Es una mirada muy reduccionista, donde todo el debate se transforma en ‘velo sí o velo no’. Esta es la frivolidad que se maneja desde las miradas absolutamente occidentalistas hacia otras culturas, otras cosmovisiones, otras temporalidades y otras identidades. Y en eso se esconde un profundo etnocentrismo, un profundo racismo y una profunda violencia e islamofobia. Es un discurso violento contra una otredad inmensa, deslegitimando a todo un colectivo y a toda la diversidad de ese colectivo. Y ese reduccionismo culpa exclusivamente a la religión”.
Fernando Duclós viajó por varios de los países que constituyen la histórica ruta comercial que atravesaba Asia y Europa, entre ellos Afganistán. Su libro “Periodistán: un argentino en la Ruta de la Seda” fue producto de ese recorrido, y en él recopila los textos que escribió durante la travesía, en los cuales intentaba relatar los procesos culturales e históricos de la región desde una aproximación alejada de los preconceptos occidentalistas. Desde su perspectiva, hoy los medios de comunicación tienen dos grandes dificultades para explicar lo que sucede en Medio Oriente: “Hay una imposibilidad de salir de las estructuras de pensamiento que tenemos. En muchos casos ni siquiera existe la búsqueda, no se hace el esfuerzo de intentar entender por qué pasan las cosas. Se cree que las cosas que pasan en Medio Oriente o en Afganistán suceden porque la gente es mala o la gente es cruel, no se piensa nunca en las razones. Muy pocas veces hay ese esfuerzo de entendimiento, y simplemente se quiere analizar a otros países con el prisma de nuestras culturas y listo. Y después el segundo problema es la retórica salvacionista ‘nosotrxs tenemos que hacer algo por esta pobre gente que no tienen ningún derecho a decidir, que son sumisxs, entonces nosotrxs tenemos que llegar para salvarlxs’. Estas dos posiciones están íntimamente ligadas, no son lo mismo, pero creo que la falta de interés por la comprensión real y el salvacionismo son dos grandes problemas en la cobertura desde occidente”.
Muchas veces en los medios de comunicación se ve la reproducción constante de conceptos erróneos que, lejos de ser accidentales, están vinculados al relato que desde hace décadas se quiere instalar sobre el mundo musulmán. “Hay que explicar que árabe y musulmán no es lo mismo. Se ven errores conceptuales graves, como decir ‘sharía igual árabe’. Sharía se refiere a una ley interpretativa coránica que es islámica, no es árabe, lo árabe es una identidad étnica no una identidad religiosa”, aporta Belén Torchiaro.
“Mil ochocientos millones de personas en el mundo profesan el Islam y se nos dice que son todxs terroristas o todxs fanáticxs ultrarreligiosxs. Se identifica al Islam con Bin Laden pero no con Karim Benzemá o Paul Pogbá, que también son musulmanes. No sólo se nos dice que son todxs terroristas sino que se construye que son una masa monolítica de gente, que son todxs iguales, como si un católico de Bolivia fuera igual a un católico de Irlanda. Hay un montón de desinformación, hay un montón de errores de concepto, no hay interés en averiguar porque es mucho más fácil hablar desde sloganes y lugares comunes que desde una complejización real de los asuntos. Porque cuando unx complejiza, se encuentra con que muchas de las cosas que creía no son tan así. La complejización obliga a repensarse a unx mismo y ese es un trabajo que poca gente está dispuesta a hacer”, afirma el periodista argentino.
Uno de los ejes de discusión que se plantearon en las pantallas y las redacciones fue el del peligro que corren las mujeres con el regreso de los Talibán al poder. Un primer diagnóstico diría que es una preocupación válida y una victoria del movimiento feminista que ese tema haya tomado la agenda pública, pero también hay que cuestionar el rol que se le asigna a las mujeres en estos relatos. “Este discurso de salvación crea una naturalización constante sobre las mujeres. Siempre hay que ir a salvar a alguien”, plantea Torchiaro. Duclós coincide con esta mirada: “Un preconcepto acerca de Medio Oriente es pensar que las mujeres son sumisas y esclavas, que no tienen ningún poder de decisión, que su vida depende de los hombres. Es una mezcla de paternalismo discriminatorio y caritativo”.
Las mujeres musulmanas también están atravesadas por los debates de las corrientes feministas y se insertan en esos debates desde diversas posiciones. “Pensemos desde un feminismo interseccional, pensemos en todas las categorías que abarcamos. El mundo es interseccional, el mundo islámico es absolutamente diverso. No es lo mismo la lucha de las mujeres en Arabia Saudita que la lucha de las mujeres en Marruecos, y no es lo mismo la lucha de las mujeres en Marruecos en las áreas urbanas que en contextos rurales. Entonces cuando hablamos de feminismo islámico hablamos de diferentes luchas en el mundo islámico. Hay mujeres, eruditas en el Islam, que dijeron ‘para nuestras sociedades la religión es un centro neurálgico de poder, para nuestras sociedades y desde nuestra mirada ésta es nuestra identidad, nos definimos como musulmanas, la religión es un principio ordenador pero siempre fue contada por varones, siempre fue interpretada por varones’”, continúa la politóloga.
La mujer musulmana tiene un rol casi invisible en el relato mediático, y cuando se le da protagonismo es siempre desde una mirada que la reduce a víctima pasiva de la ‘opresión religiosa’. “El debate no es velo sí o velo no”, afirma Torchiaro. Y añade: “Si desde los medios vamos a reproducir el imaginario de la mujer musulmana como un sujeto cerrado, quitándoles agencia, quitándoles contenido, quitándoles la mirada como sujetas políticas, quitándoles la palabra, deslegitimando su palabra sólo por su identidad religiosa, entonces preguntémonos qué mundo estamos construyendo. El velo que hay que correr es el velo occidental”.
Para correr el “velo occidental”, la politóloga sostiene que en América Latina y el Caribe es necesario hacer un trabajo de concientización y visibilización acerca de las similitudes entre los procesos históricos de ambas regiones. “Creo fundamentalmente que hay que empezar a unir mundos, a trazar puentes. ¿Y cómo se trazan esos puentes discursivamente? Hablando de la colonización. Porque tenemos exactamente las mismas fisuras en la historia de Latinoamérica que en el mundo africano y en Medio Oriente. Tenemos esas fisuras, hemos pasado por procesos muy similares y se evidencia cuando se comparan los procesos políticos y culturales”.
Para Fernando Duclós, hay formas de aproximarse a estas culturas desde una posición de comprensión y no de reproducción de los prejuicios instalados: “Lo primero que le recomiendo a lxs periodistas de la región, si es que pueden hacerlo, es que viajen a estas zonas. Si no pueden viajar, les sugiero que lean libros sobre historia. Si van a hablar de Irán que lean sobre el Imperio Persa y la Revolución Islámica, si van a hablar de Turquía que lean sobre el Imperio Otomano y sobre Mustafa Kemal Atatürk, y lo mismo para todos los países. Leer, leer y leer, sacar conclusiones y no dar nada por sobreentendido, poner en tela de juicio los propios pensamientos, tratar de entender qué sucede, informarse. Escuchar muchas voces, porque muchas veces las voces que nos llegan son de personas que saben hablar inglés o que están en una determinada posición, pero esas no son todas las voces, no hay que quedarse con una sola campana. Es lo que le recomendaría a cualquier periodista en general, pero más aún en este tema en particular porque hay mucho desconocimiento”.
El periodismo, según Torchiaro, tiene un rol imprescindible respecto de la crisis en Afganistán: “Hay que hablar de cómo se posicionan nuestros países con respecto a la recepción de refugiados. Hay que intentar que los medios no se limiten a describir desde el morbo el conflicto afgano, mostrando las armas de las tropas de Estados Unidos, o los cuerpos racializados castigados haciendo una necropolítica del poder. Hay que plantear qué podemos hacer para incidir en la situación. En lugar de esta retórica de la salvación, hay que hablar de la recepción de refugiados, hablar de los mecanismos de la sociedad civil. Hay un pedido masivo de que los más de 50 países que han intervenido con sus tropas de élite en Afganistán se hagan cargo de la crisis humanitaria que está sucediendo ahora y generen corredores humanitarios. Este tiene que ser el mensaje: ¿ustedes quieren salvar a mujeres y niñas? Entonces reciban refugiadxs en sus países y hagan una política migratoria de desplazamiento forzado humanitario de personas”.