El pasado 2 de julio, el colectivo Periodistas Argentinas recolectó y presentó 19 testimonios de trabajadoras de prensa y estudiantes que denuncian por acoso sexual al periodista Pedro Brieger. Muchas de esas declaraciones provenían de colegas que habían trabajado para él en un medio que dirigía y en el que además estaban precarizadas. Otras colegas denunciantes habían sido compañeras suyas en distintos medios, y otras, estudiantes de periodismo. En la mayoría de los casos, las trabajadoras vieron afectadas sus carreras profesionales por el acoso al que eran sometidas y por el abuso de la posición de poder que ostentaba Brieger como periodista y docente.
Diez días después, Brieger publicó un video en sus redes sociales reconociendo la situación, expresando arrepentimiento y pidiendo perdón a las mujeres agredidas. Esto significa un avance respecto a otros casos similares porque el periodista hizo lo que el colectivo solicitó, que era un pedido de disculpas públicas. Pero también escondió el carácter estructural de este tipo de violencias argumentando que las reiteradas situaciones de acoso que se le atribuyen eran fruto de presuntos problemas de salud mental ya solucionados. Además, varias colegas denunciaron haber sido amenazadas con acciones legales por parte del periodista antes de la publicación del pedido de disculpas.
En todos estos casos, la asimetría de poder fue un factor determinante para llevar adelante las agresiones y para que estas permanecieran silenciadas por décadas. Las denuncias avivaron el debate sobre las violencias de género dentro de los medios de comunicación y las particularidades que las mismas tienen en los casos en que los agresores son además figuras con poder concreto, como en el caso de ser dueños de medios o jefes, o simbólico, cuando son referentes periodísticos con amplia trayectoria.
Al respecto Micaela Polak, Secretaria de Géneros del Sindicato de Prensa de Buenos Aires, invita a pensar en profundidad y mas allá del caso puntual: "Que las compañeras hayan podido denunciar el acoso y el abuso de Brieger es un alivio y un avance, pero no puede ser algo que quede en eso. Necesitamos revisar cuáles fueron las condiciones de posibilidad de estos abusos, las relaciones de poder tanto a nivel del acoso laboral como sexual, y eso debemos hacerlo en colectivo. Las organizaciones sindicales tienen la finalidad de poder accionar colectivamente, y por eso también nos tienen que servir para reflexionar y proponer otros métodos de relacionarnos".
"Siempre la organización es la que nos va aportar, en primera medida, el apoyo, porque nadie va a denunciar en soledad si no tiene una organización que pueda apoyarla en esa situación. Y en segundo lugar, no se puede reflexionar sobre estos problemas de la misma forma en soledad que si se lo hace en forma colectiva y organizada"
Según la Encuesta Regional sobre la Situación de las Trabajadoras de Prensa realizada por la FIP en América Latina y el Caribe en 2023, el casi el 60% de las colegas sufrió situaciones de violencia motivada por el género por parte de colegas y/o jefes varones y un número similar afirmó que en sus lugares de trabajo no existen herramientas para abordar este tipo de situaciones. Esto evidencia que son necesarios y urgentes instrumentos de prevención y abordaje
como los propuestos en la Política de la FIP sobre acoso sexual, así como la ratificación del Convenio 190 de la Organización Internacional del Trabajo.
La situación en Argentina muestra la importancia central de la organización colectiva de lxs trabajadorxs para construir espacios de trabajo seguros, desarrollar herramientas de acompañamiento a las colegas que denuncian estas violencias, y romper las complicidades estructurales que permiten que las mismas se reiteren y permanezcan impunes. La FIP reitera su solidaridad con las colegas y las acompaña en su reclamo, que no es otro que el de la igualdad plena.