El periodista Marco Aurelio Ramírez Hernández fue asesinado durante el mediodía del martes 23 de mayo cuando circulaba en su automóvil por las calles de Tehuacán. Según los primeros reportes, fue perseguido por sujetos armados que abrieron fuego contra él mientras conducía. Hasta el momento no hay detenciones ni información acerca de los posibles motivos detrás de este crimen.
Ramírez Hernández, de 69 años, había dejado hacía tiempo la profesión para asumir un cargo en la gobernación local, pero según medios locales recientemente había dejado esa tarea para dedicarse a la abogacía y a realizar colaboraciones con medios radiales y escritos. Durante su carrera como trabajador de los medios de comunicación, que se extendió por más de tres décadas, había colaborado con los periódicos Central y Central Puebla.
En un comunicado, el Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa (SNRP) exigió a las autoridades locales y federales “una pronta investigación para esclarecer este crimen y encontrar a los autores materiales e intelectuales del mismo”. También demandan que la “actividad periodística ejercida por Ramírez Hernández, quien actualmente colaboraba como columnista en la estación radiofónica Estéreo Luz FM, en el programa ‘Un cafecito con Don Ángel’, sea una de las líneas de indagación que consideren las autoridades”.
Pocos días atrás, el 11 de mayo, fue asesinado el periodista
Gerardo Torres Rentería en la ciudad de Acapulco, lo cual pone nuevamente la lupa sobre México y la violencia estructural que azota a lxs trabajadorxs de prensa del país. En 2022, México fue el país sin conflictos bélicos más peligroso para el ejercicio del periodismo, con más de una decena de casos. Pero no solo el elevado número de periodistas asesinados es motivo de alarma, sino que también lo es la alta tasa de impunidad: un 95% de los crímenes no encuentra justicia.
La Federación Internacional de Periodistas condena este nuevo asesinato y acompaña all SNRP en su demanda por el esclarecimiento del caso mediante una investigación que contemple el trabajo periodístico de Ramírez Hernández como una posible motivación para su crimen. Es indispensable que se tomen todas las medidas necesarias para que no haya impunidad ni se sigan profundizando las condiciones que facilitan la reiteración de estos casos en México. Sin trabajadorxs de prensa que se desempeñen de forma segura, no puede haber libertad de expresión.